Vol.3 Nro. 43 (2018) julio - septiembre págs.[115-128] http://atenas.mes.edu.cu

La tradición humanista de la educación cubana: premisa para la formación docente en educación socioafectiva

The humanist tradition of Cuban education: premise for teacher training in social and affective education

Ensayo

Victoria Ojalvo Mitrany1
victoria@cepes.uh.cu

Laura Curiel Peón2
lauracp@cepes.uh.cu

RESUMEN:

En el presente artículo las autoras reflexionan acerca del papel de la educación ante los diversos desafíos globales. En este sentido se aborda la educación socioafectiva y la importancia de la formación de los docentes para dar respuesta a la demanda de formación de profesionales. Se muestra cómo la educación cubana posee una tradición humanista en la que se pueden encontrar las bases para desarrollar la formación de docentes en educación socioafectiva de acuerdo a las demandas actuales.

ABSTRACT:

En el presente artículo las autoras reflexionan acerca del papel de la educación ante los diversos desafíos globales. En este sentido se aborda la educación socioafectiva y la importancia de la formación de los docentes para dar respuesta a la demanda de formación de profesionales. Se muestra cómo la educación cubana posee una tradición humanista en la que se pueden encontrar las bases para desarrollar la formación de docentes en educación socioafectiva de acuerdo a las demandas actuales.

Palabras clave: Humanismo, educación socioafectiva, formación docente, educación cubana.

Keywords: Humanism, social and affective education, teacher training, Cuban education.

INTRODUCCIÓN

Ante los diversos desafíos globales del presente, varios autores y organismos internacionales han resaltado la urgencia de enfatizar en los valores, la dignidad del ser humano, la solidaridad, la tolerancia, la comprensión del otro y la importancia de una conciencia ecológica (Baujin, 2013); (Bokova, 2015); (Betto 2016).
Se ha retomado la concepción de humanismo para resaltar la tendencia de pensamiento que reafirma el valor, la dignidad del ser humano y la igualdad de derechos. Se reconoce la riqueza de la diversidad cultural, la validez del diálogo y se lucha contra la discriminación, el fanatismo, la violencia y la explotación; se conciben los valores éticos como piedra angular de los objetivos sociales y como base para la toma de decisiones en lo económico y lo tecnológico (Seth, 2011).
Existe una estrecha relación entre el humanismo y la educación, en tanto esta última es la encargada de contribuir a la apropiación por parte de las personas del acervo cultural creado por la humanidad, para que puedan insertarse adecuadamente en sus contextos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura (UNESCO, 2014), mediante una educación humanista se podrá contribuir a formar futuras generaciones más conscientes y responsables ante los diversos desafíos.
La educación tiene un papel esencial por las posibilidades que brinda para potenciar el compromiso de los ciudadanos, promover el respeto a la diversidad, prevenir los conflictos y superar sus consecuencias. Posee como reto cambiar de acuerdo a las condiciones mundiales, lo cual se traduce en centrarse en nuevos enfoques de aprendizaje que propicien una mayor justicia, equidad social y solidaridad, así como una convivencia sobre la base del respeto y la dignidad (Bokova, 2015).
Una visión humanista de la educación conlleva la integración de las múltiples dimensiones de la existencia humana: sociales, éticas, económicas, culturales, cívicas y espirituales; la inclusión de personas que con frecuencia son discriminadas: mujeres, niñas, poblaciones autóctonas, migrantes, personas con discapacidades etc. y tener en cuenta sus necesidades de educación; asumir el aprendizaje de manera abierta y flexible para propiciar oportunidades que permitan expresar el potencial con vistas a un futuro sostenible y una existencia digna. Además, implica superar la visión del aprendizaje académico convencional y aceptar otras formas de aprendizaje relacionados con lo emocional, social y ético (UNESCO, 2015).
Sin embargo, autores como Fernández, Palomero & Teruel (2009), Shephard (2008), Zaldívar (2013), Castañeda (2014) y Ojalvo (2016) señalan que, en los distintos niveles educativos, incluyendo el universitario, ha predominado un enfoque intelectualista de la educación dejando a un lado los aspectos afectivos, los cuales constituyen dimensiones fundamentales en relación con la eticidad de la conducta y las relaciones con los demás por encontrarse en la base del desarrollo moral.

En el pensamiento de valiosos educadores cubanos se aprecia una profunda tradición humanista en la que se integra lo social y ético. A la vez que se propugna la defensa de la patria, se aboga por el rescate de la dignidad del ser individual, y se asume lo afectivo como aspecto central de la formación humana. En estas concepciones se encuentran las raíces de la educación socioafectiva.

DESARROLLO

  1. Educación superior y educación socioafectiva

Por la importancia que reviste la educación superior en la formación de profesionales y el papel de las universidades en la generación y difusión de conocimientos, existe un fuerte debate en torno a la formación y educación que debe existir en estos espacios, de manera que se dé respuesta a las exigencias actuales y se formen ciudadanos conscientes de sus derechos y del impacto de su obra en la sociedad.
Se aboga por una formación que permita a los profesionales prepararse para los cambios que se producen en la sociedad, relacionados con la globalización y los avances científicos (Cifuentes, 2014).
Cumplir con estos desafíos conlleva a superar los enfoques intelectualistas que han predominado e incluir, como parte del proceso formativo, el trabajo con lo afectivo por su importancia para el desarrollo moral. 
Algunos aspectos relacionados con las ventajas de tener en cuenta la afectividad en el Proceso de Enseñanza Aprendizaje (PEA), son (Curiel, Ojalvo & Cortizas, 2018):

  • Contribuye a que los estudiantes desarrollen un mejor conocimiento de sí mismos, de los otros y a su inserción en su entorno personal y laboral.
  • Constituye una vía para desarrollar la empatía, la sensibilidad hacia los problemas sociales, ambientales etc.
  • Contribuye a la formación integral de los estudiantes.
  • Brinda a los docentes herramientas para desplazar la visión del PEA hacia una concepción centrada en el estudiante como protagonista; así como herramientas para su autoconocimiento y desarrollo profesional en su función docente.

Se asume la definición de educación socioafectiva de Ojalvo (2016) quien la concibe como:
Proceso educativo intencionado, sistemático y permanente cuyo objetivo es potenciar el desarrollo social, ético y emocional, a partir de la interacción social, en el marco de una cultura y valores deseados, como expresión de la unidad de lo cognitivo, afectivo y valorativo del desarrollo de la personalidad integral y auto-determinada, para facilitar la convivencia, el bienestar personal y social (s/p).

Esta definición se considera de utilidad para el presente análisis por realzar el vínculo de lo afectivo y lo ético para propiciar, además del desarrollo personal, el desarrollo social, reconociéndose así la importancia de los aspectos afectivos en la búsqueda de una educación que responda a los diferentes desafíos globales.

  1. Educación socioafectiva y formación docente de profesores universitarios

Podría preguntarse ¿Están los docentes universitarios preparados para estos nuevos retos? ¿Qué características debería tener la formación de docentes universitarios para dar respuesta a estas nuevas exigencias?
Un primer aspecto que debe tenerse en cuenta es la dualidad que existe en los docentes universitarios, pues de manera general se trata de profesionales graduados de determinadas especialidades que ejercen la docencia, por lo cual tienden a priorizar la superación en sus áreas de conocimiento por encima de la formación psicopedagógica. Aun cuando esta última puede brindarles herramientas para desarrollar con mayor calidad su labor educativa, no siempre se reconoce su utilidad.
La universidad requiere de un profesorado comprometido, con excelente formación científica, buena formación inicial como docentes, disposición para la autoformación, sensibilidad social y capacidad para educar en valores, todo ello encaminado a formar personas comprometidas, solidarias y críticas (Acosta & Baute, 2014; Franco, 2014).
La tarea de los docentes universitarios se dificulta muchas veces por carecer de una formación previa que los ayude a conocer sus emociones y las de los estudiantes, de ahí que con frecuencia les cueste fomentar la motivación de estos, manejar sus diferencias, promover las relaciones entre ellos o resolver conflictos que se pueden dar en el espacio de clases o en relación con las evaluaciones (Hué, 2013).
Ante las exigencias contemporáneas, la formación de docentes debe encaminarse a entender la diversidad, ser inclusivos y adquirir competencias para la convivencia, la protección y mejora del medio ambiente. Deben estar preparados para utilizar estrategias pedagógicas y didácticas que les permitan fomentar un entorno respetuoso, favorecer la autoestima de sus estudiantes y su autonomía (UNESCO, 2015).
Realizar una educación atemperada a las demandas actuales constituye un reto para los docentes universitarios, pues se trata de romper, en muchos casos, con una lógica de enseñanza tradicional recibida en la formación profesional y continua, que después se reproduce en la labor educativa. Le corresponde al docente superar estos obstáculos y contribuir a formar profesionales y ciudadanos conscientes de su compromiso con la sociedad en la que viven.

  1. La tradición humanista de la educación cubana: premisa para la educación socioafectiva

La educación socioafectiva puede aparecer en el mundo académico como un fenómeno de reciente data, sin embargo, tiene en Cuba profundas raíces en el pensamiento de valiosos educadores de todos los tiempos. En ellos se encuentra, en feliz conjunción, un humanismo que integra su vocación social y ética, que propugna la defensa de la patria, junto al rescate de la dignidad del ser individual, una alta espiritualidad y valoración de lo afectivo como aspecto central de la formación humana.
José Martí es continuador del pensamiento humanista del siglo XIX, caracterizado por concebir y cultivar la bondad del hombre como premisa indispensable para lograr cada vez formas superiores de convivencia y constituye el mejor heredero de la obra y el ejemplo ético -profesional de Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael María Mendive y otros. Su obra se caracteriza por un humanismo práctico, pero entendiendo por lo humano algo bien diferente al humanismo clásico tradicional sobrecargado de teología, metafísica y literatura.
El humanismo martiano estuvo favorecido por una tradición de pensamiento humanista universal, pero especialmente cubano y latinoamericano. Precisamente este es un rasgo característico de su concepción de la educación, que se concreta en el énfasis puesto en la preparación del hombre para la vida, en su confianza en el mejoramiento humano. Su esencia humanista también se expresa en su concepción de la formación del hombre como un proceso dialéctico, de establecimiento de relaciones entre el individuo y la sociedad; en el papel que le concede a la relación hombre naturaleza, la esencia humana del trabajo, la contribución de la ciencia a la sociedad y la necesidad de la espiritualidad en el proceso de formación del ser humano, que tiene como centro la consolidación de la dignidad plena del hombre (Escribano, 2006).
La estrecha unidad entre lo cognitivo y lo afectivo está presente en el pensamiento educativo martiano. El conocimiento era para él más que el simple acceso a la cultura, era base importante para la formación de sentimientos, convicciones y virtudes humanas. En Martí lo cognoscitivo marcha orgánicamente vinculado a lo axiológico.
Su obra destaca la importancia de la labor del maestro para el logro de la educación ciudadana. En una sola frase se encierra su visión humanista de la educación y la importancia que le concede a lo afectivo, que inspira a los educadores del presente: "La enseñanza ¿quién no lo sabe? es ante todo una obra de infinito amor" (Martí, 2015, p. 45). El legado martiano se hace presente en la obra de otros valiosos pensadores cubanos.
En la primera mitad del siglo XX se desarrolla un gran interés por la filosofía de la educación:
La inconformidad con los métodos y prácticas educativas anteriores y el deseo de reformar todo el sistema de enseñanza, llevó a los pedagogos de esta época a estudiar minuciosamente, y a la luz de los conocimientos más avanzados de su tiempo, los importantes problemas de la formación del hombre. Esta labor cristalizó en un grupo de obras que contienen las más acabadas elaboraciones teóricas que se realizaron en aquel momento sobre cuestiones generales de la educación y la pedagogía como ciencia (Miranda, 2000, p.120).

Entre estas obras se encuentran las de Alfredo M. Aguayo, Diego González y Medardo Vitier, quienes, en su momento, aportaron un alto nivel de elaboración conceptual y metodológica sobre el modelo de hombre a formar, el ideal de la educación y sus fines, el modelo de la escuela y de maestro. Al decir de Miranda (2000), representan un capítulo significativo en el desarrollo del ideal cubano sobre los valores de la educación.
Medardo Vitier, (1886-1960) es continuador del legado de educación humanista martiana. Este valioso educador matancero aporta su concepto de “formación”, con un enfoque integral del proceso, que responde a la tradición filosófico-pedagógica cubana. El sentido ético que le confiere a la formación proviene de Luz y Caballero, en Varona encuentra la idea de una educación científica como condición del mejoramiento de la condición humana:
Y en el legado martiano la savia nutricia suficiente como para enarbolar la idea de la ascensión del espíritu humano para crear mejores hombres. De todos ellos recepcionó Vitier importantes ideas como la preocupación por educar la sensibilidad humana, la “utilidad de la virtud” y del cultivo de la espiritualidad como condición imprescindible para el mejoramiento humano integral, aunque tal asimilación siempre tuvo el sello personal de la creatividad (Balceiro, 2009, p. 79)

En el concepto de formación de Vitier se incluye un estrecho nexo entre la instrucción, caracterizada por el desarrollo de conocimientos y habilidades, la dimensión desarrolladora, con el despliegue de modos de actuación y la dimensión educativa, dirigida esencialmente a la formación y asimilación de valores como medio para preparar al ser humano para vivir en sociedad como portador de un sistema de valores.
Según Balceiro (2009), al concebir la formación como proceso de preparación del hombre para la convivencia social, Vitier rompe con la comprensión de la educación como predominio de lo cognitivo y transita hacia su comprensión como unidad de lo cognitivo con lo afectivo.
Las concepciones humanistas de la tradición educacional cubana han llegado a nuestros días con las obras de intelectuales como Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Fernando Portuondo y Raúl Ferrer, los cuales desarrollaron sus ideas en oposición a la república neo-colonial, se enfrentaron a posiciones entreguistas y pro-imperialistas y participaron activamente en la etapa revolucionaria, brindando valiosos aportes a los cambios trascendentales que tendrían lugar en la esfera educacional del país.
Palmarola (2012) sistematiza la obra dispersa de Juan Marinello y su contribución a la formación humanista de los jóvenes cubanos, destacando sus coincidencias con Medardo Vitier.
La formación ciudadana constituye la esencia del pensamiento pedagógico de Juan Marinello (1898- 1977). La formación de profesionales es algo mucho más amplio que la simple capacitación, no se puede limitar al conocimiento y al desarrollo de las habilidades de la profesión, se necesita, además de estas, un conocimiento cultural general que posibilite una orientación ante los problemas de la vida. Solo una gran sensibilidad humana, nacida del conocimiento e identificación con los problemas cubanos, permitiría a sus ciudadanos cumplir su función social, el despliegue de un activismo social intenso, que llevara a la solución de los problemas del país (Palmarola, 2012).
Destacó la necesidad del rescate de un ideal educativo que formara a sus ciudadanos, según la tradición educacional del siglo XIX. Esta forma de educar al joven, que pretendía el desarrollo de altos valores humanos y patrióticos, de conjunto con el conocimiento científico, orientaron la tradición revolucionaria del estudiante universitario, algo que pretendían borrar del entorno universitario los gobiernos entreguistas de la pseudo república (Palmarola, 2012).
Desde su ejercicio de la docencia Juan Marinello abogó por la transformación de la enseñanza en la escuela cubana de la época, por una enseñanza universal, pero afianzada en lo cubano, que despertara la curiosidad y el compromiso con el mañana, abierta al pueblo, en contacto con la necesidad criolla, orientada a la vida, la cultura, la investigación y la creación (Palmarola & Ibañez, 2016).
Estos autores destacan la vigencia del pensamiento de Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez quienes concibieron a la universidad como centro de formación integral, propiciadora de un liderazgo profesional comprometido con el hombre, lo cual pudieron materializar en la proclamación y puesta en marcha de la reforma de la universidad cubana en 1962.
Tanto Marinello como Carlos Rafael Rodríguez subrayan la importancia de la cultura en la formación universitaria. Para C. R. Rodríguez (1913-1997) la formación integral exigía de la cultura y civilidad, de las normas formales de comportamiento ciudadano.
En su artículo “Ser profesor” este intelectual habla de las características que debe poseer un profesor universitario y de su alta responsabilidad:
Las universidades deben centrarse en la formación de un profesional integral que unido a una sólida preparación científica y técnica, exhiba su compromiso social y formación humanística, lo cual se relaciona directamente con los valores éticos. Para ello se necesitan profesores preparados en la teoría y en la práctica donde su actuar sea un vivo ejemplo, paradigma para los educandos. No es posible educar en valores si no se es ejemplo permanente (Rodríguez, C. R., 1983, p. 6).

Destaca la importancia de la comunicación en el proceso educativo, al afirmar:
Si se quiere que el profesor cumpla su papel, el docente universitario tendrá que establecer una comunicación continua y fácil con sus alumnos. Para tenerla, el profesor debe ser capaz de poder guiar a sus estudiantes, confraternizando a la vez con ellos (…) a las necesarias alturas en que deben moverse los profesores" (Rodríguez, C. R., 1983, p. 7).
La vigencia del pensamiento de este intelectual es indudable. La labor y el compromiso del docente universitario son esenciales para lograr la formación de profesionales con alta calificación científico técnica y humana, comprometidos con la Revolución y sensibles ante los diferentes problemas sociales (Alfonso, Díaz & Lafont, 2016).
Desde su obra histórico-pedagógica y el ejercicio de la labor educativa, Fernando Portuondo del Prado contribuyó a la educación cívico-patriótica de más de tres generaciones de cubanos.
La historiadora Mildred de la Torre (2016, como se citó en Rodríguez, 2017), refiere que: Portuondo fue un maestro por excelencia, además de un gran investigador, lo define su condición de pedagogo (…) tenía una visión anecdótica, (…) de gran valor para su época. Nos enseñó a nosotros a sentir la historia desde dentro, desde el mundo espiritual, en sus relaciones humanas interpersonales, (…) aportó una idea, un método diferente de explicar la historia, muy minucioso. (p.3).

Para Torres-Cuevas (2001, como se citó en Rodríguez, 2017), el libro de Historia de Cuba escrito por Portuondo, “amorosamente patriótico, sirvió para que generaciones de cubanos aprendiéramos a amar y a sentir a Cuba” (p.1).
Raúl Ferrer, maestro rural, educador, poeta, dirigente de la Campaña de Alfabetización, activista político, que tuvo una amplia producción entre los años 1938 y 1990, es otra de las grandes figuras de la educación cubana que ha dejado un legado muy valioso en relación con una nueva concepción de educación, que cultiva lo espiritual del ser humano a través del arte y el afecto, desde una clara posición ética y política de cubanía. Muestra en su práctica educativa la integración del pensar-sentir-actuar. La búsqueda del placer por la construcción colectiva, la apertura a la transformación permanente.

Para Raúl Ferrer la enseñanza no es algo frio, no se concibe a un maestro que no motive a sus alumnos, sino algo especial que tiene que movilizar los sentimientos, considera que se aprende disfrutando.
Fernández, E. M. (2004) analiza su obra y destaca que en su práctica pedagógica Raúl Ferrer asumió el ideario martiano, la utilización de la poesía infantil y de una escuela desarrolladora. Promueve el deseo de sentir y crear; recuperar el placer de oír, decir y jugar, ir del mundo sonoro al musical. En su práctica profesional favoreció el tránsito a lo ético desde lo estético. Todas estas ideas están presentes en las intenciones de su creación poética.

Fernández, E. M. (2004) señala que una idea recurrente en el pensamiento de Ferrer, es el maestro como formador de la integración de los afectos, las emociones y los sentimientos con las iniciativas de transformación social, de movilización comunitaria y sentido democratizador, tendientes a remover prejuicios, discriminaciones e injusticias y a estimular el potencial de crecimiento humano existente en cada educando. El maestro se debe caracterizar por el amor hacia su profesión, un elevado concepto de su responsabilidad por el presente y el futuro de sus discípulos, por sus ideales martianos y por su excelencia comunicativa.

CONCLUSIONES

Ante los diferentes desafíos del presente, la educación tiene un papel esencial por las posibilidades que brinda para potenciar el compromiso de los ciudadanos, con el mejoramiento social y humano, promover el respeto a la diversidad, prevenir los conflictos y superar sus consecuencias.
El papel de los docentes resulta crucial al ser los encargados de guiar el PEA. Lograr una formación docente adecuada en los aspectos mencionados ayudará a que la formación que se realice sea consecuente con las exigencias actuales y se pueda, tal como se aspira, brindar a la sociedad mejores profesionales y mejores ciudadanos.
Resulta incuestionable la utilidad que reviste el estudio de la rica tradición humanista de la educación cubana, junto a una visión científica actualizada, para la concepción y puesta en práctica de programas de formación docente.

La tradición humanista de la educación cubana, a través del pensamiento de diferentes educadores, es muestra de una concepción donde se integran lo social y lo ético, se aboga por el rescate de la dignidad y se pone como centro la formación humana.

 

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1Doctora en Ciencias Psicológicas. Profesora consultante. Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior. Universidad de La Habana. La Habana. Cuba.