INTRODUCCIÓN
Las noticias de los diversos medios de comunicación a nivel nacional e internacional señalan que, una problemática que aqueja no sólo en México, sino a los diversos espacios geográficos y que se ha convertido en el centro de la atención social, es la violencia, debido al incremento que ha sufrido y a las repercusiones que ha traído consigo. Para efectos de este trabajo, la violencia es la interacción humana que se manifiesta en aquellas conductas o situaciones que de forma intencional, aprendida o imitada, provocan daño o sometimiento grave a un individuo o una colectividad (Galtung, 1998).
Dicha violencia se manifiesta cada vez más en la escuela como reflejo de las relaciones existentes en la sociedad. En los últimos dos años según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), “el número de menores afectados por la violencia escolar aumentó 10 por ciento, al grado de que 7 de cada 10 alumnos han sido víctimas de violencia” (como se citó en Valadez, 2016, Pág.1) lo cual contribuyó al bajo rendimiento, deserción y a un aumento en el número de suicidios.
Por otra parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), señala que México ocupa el primer lugar internacional de casos de bullying en educación básica; este comportamiento ha afectado a 18 millones 781 mil 875 alumnos de primaria y secundaria, tanto de instituciones públicas como privadas. (como se citó en Valadez, 2014), asimismo establece que: entre los países miembros el 40.24% de los estudiantes declaró haber sido víctima de acoso; 25.35% haber recibido insultos y amenazas; 17% ha sido golpeado y 44.47% dijo haber atravesado por algún episodio de violencia verbal, psicológica, física y ahora a través de las redes sociales (Pág.1).
Lo anterior, permite entender que hablar de violencia implica reconocer que ésta se encuentra permeada por una infinidad de factores, entre los que destacan los medios masivos de comunicación, las representaciones culturales, la vida familiar y, los factores económicos y sociales, por lo que se requiere establecer un abanico amplio de acciones (afectivas y psicológicas, entre otras) para las personas, en diferentes niveles, en distintas edades, en cualquier contexto, que promuevan una mejor convivencia entre los individuos.
DESARROLLO
La sociedad en general y las autoridades educativas en particular, determinan que son las instituciones educativas las que deben combatir la violencia en el salón de clases, sin analizar que esta tarea es responsabilidad de todos. La escuela se ha convertido en el lugar en el que se “resuelven” todos los problemas y los resultados, por desgracia, son poco favorables porque el docente debe dirigir sus esfuerzos para establecer el equilibrio entre lo cognitivo y lo emocional. Es decir, se establece la importancia de que las escuelas consideren la formación o desarrollo de la inteligencia emocional (IE) en los estudiantes, considerada como ser capaz, por ejemplo de refrenar el impulso emocional; interpretar los sentimientos más íntimos del otro; manejar las relaciones de una manera fluida; en palabras de Aristóteles, “la rara habilidad de ponerse furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta” (Goleman, 2000, Pág. 17), esto significa, utilizar la inteligencia para colocar las emociones en la aptitud y actitud indicadas para sobrevivir y vivir feliz, como una estrategia para disminuir la violencia escolar, sobre todo cuando: la aplicación y posterior evaluación de programas de educación socioemocional han demostrado que la IE es modificable a través del aprendizaje y por tanto se puede enseñar. Este debería ser el reto con el que nos enfrentamos los educadores del siglo XXI (Clavero, 2011, Pág. 6).
Este reto se convierte en un aprendizaje prioritario que trascenderá el aula escolar y permitirá coadyuvar a la formación de ciudadanos emocionalmente sanos, pero ¿por qué decimos coadyuvar?, porque a medida que, como plantea Díaz-Aguado (como se citó en Clavero, 2011) “entendamos que la violencia en la escuela es un fenómeno cuyas causas son múltiples y complejas y el análisis de las mismas requiere que sean consideradas en términos de interacción entre los sujetos” (Pág. 7), la IE será una oportunidad para dar respuesta a muchas de las necesidades de los educandos, ya que, desarrollarla o fortalecerla integralmente, es una tarea conjunta de todos los actores educativos. El profesor es solamente uno de ellos.
Pese a que durante muchos años se pensó de forma errónea que la educación emocional o afectiva era responsabilidad personal del sujeto, en la actualidad se ha convertido en una tarea urgente, indispensable y necesaria para las instituciones educativas, sobre todo cuando se considera que promover el desarrollo o fortalecimiento de la inteligencia emocional en los estudiantes, permitirá resolver situaciones que obstaculizan los procesos de aprendizaje y tienen como consecuencias: inequidad, desigualdad, discriminación, individualismo y en las que la violencia es asumida como forma cotidiana de interacción.
La violencia forma parte de las “relaciones interpersonales… actos como pellizcos, rasguños, aventones, jaloneos, sacudidas, nalgadas, puñetazos, mordidas y burlas… se denotan constantemente en las escuelas, logrando…hostigar, rechazar, aislar, discriminar, maltratar, intimidar, descalificar, excluir, destruir y degradar a sus iguales” (Flores & Lucas, 2011, Pág. 1). De esta manera, se ha convertido en un fenómeno, constante, mediático y lo más preocupante, “normal” en el sentido de observarlo como forma de relación natural e inminente.
Los medios de comunicación avalan lo anteriormente expuesto al convertirse en el vehículo para ejercerla sin límites en aras de una falsa “libertad de expresión” dejando al descubierto el grado de torpeza emocional de los individuos, de la desesperación y de la insensatez de nuestra familia, de nuestra comunidad y, en suma, de toda nuestra sociedad (Goleman, 2000), para resolver conflictos.
Fenómenos como la crisis económica, la inseguridad y el inadecuado uso de las tecnologías, reflejan la inminente desvinculación y pérdida de valores, situación que debiera ser preocupante y crítica para la sociedad debido a que nos detalla que las personas están dejando a un lado la empatía, el control de emociones, la generosidad, la equidad, el altruismo, la comunicación y el diálogo.
Pero, ¿qué sucede concretamente en la educación secundaria?, ¿qué piensan los estudiantes de este nivel educativo?, ¿cómo se relacionan?, profundizar en ese mundo tan complejo donde se desenvuelve e interactúa el estudiante de la escuela secundaria no es sencillo, sin embargo, involucrarse en este contexto, permite entender sus comportamientos, las formas de relacionarse y la manera en que resuelve diversas situaciones problemáticas, es decir, dimensionar si los alumnos son en su mayoría violentos o inteligentemente emocionales y cuáles son las áreas que se pueden favorecer con el trabajo escolar.
A partir de lo expuesto anteriormente se realizó una investigación cualitativa con un enfoque etnográfico educativo sobre educación básica (en México la educación básica incluye los estudios de preescolar, primaria y secundaria), específicamente en el nivel secundaria. El objetivo fue conocer la percepción de los estudiantes sobre sus formas de relación con los demás a partir de los cinco pilares de la inteligencia emocional.
La población estuvo conformada por alumnos que provienen de:
- Contextos de escasos recursos.
- Familias disfuncionales.
- Con ambos padres trabajadores, con estudios de primaria.
- Sin vivienda propia.
- Hablantes de otro dialecto (esto debido a que muchas de las familias proceden de otros estados como Oaxaca, Veracruz, Chiapas etc.).
- Con numerosos integrantes en la familia.
- Con alta tasa de embarazos precoces.
- Con violencia familiar y escolar.
Se aplicaron la técnica de la observación y un cuestionario con preguntas abiertas sobre las categorías: violencia, formas de relacionarse, de resolver conflictos o situaciones y los cinco pilares que integran la inteligencia emocional: autoconciencia, autorregulación, automotivación, empatía y habilidades sociales.
A partir del análisis de las respuestas proporcionadas, se pudo identificar que en su mayoría:
Los estudiantes no controlan sus emociones.- Esto quiere decir que no dominan sus sentimientos e impulsos; pocos se pueden conservar equilibrados y positivos en los momentos más críticos, les cuesta trabajo concentrarse ante las presiones internas y externas y no pueden mantener la mente abierta para entender y registrar con objetividad y sin apasionamientos las experiencias y vivencias. (Catret, 2001), lo que los hace sentirse incapaces de autorregularse.
Les cuesta trabajo manifestarlas.- La mayoría señaló que le cuesta mucho trabajo expresar emociones, no saben cómo, ni para qué servirá, no comprenden que esta habilidad es fundamental para las relaciones sociales y que comunicar lo que sienten, permitirá establecer empatía y mejor convivencia con los demás, por ende, es de suma importancia brindarles elementos para que expresen sus sentimientos.
No canalizar adecuadamente las emociones, trae consigo problemas en la manera de relacionarse, dificulta el aprendizaje y por consecuencia, el funcionamiento de “la capacidad cognitiva que los científicos denominan memoria de trabajo, la capacidad de mantener en la mente toda la información relevante para la tarea que se esté llevando a cabo” (Goleman, 2000, Pág. 54).
Tienen dificultad para resolver conflictos.- Más de la mitad de los informantes manifestó que le cuesta trabajo superar situaciones conflictivas, por ende es relevante hacer que cada estudiante sea consciente de sus emociones, ya que, cuando esto se logra, tiende a, según plantea Mayer (como se citó en Goleman, 2000) “tener una visión positiva de la vida; personas que cuando caen en un estado de ánimo negativo, no le dan vueltas obsesivamente, en consecuencia, no tardan en salir de él” (Pág. 35).
No existe automotivación, el estudiante requiere motivación externa.- Es necesario que los estudiantes aprendan a motivarse con el fin de que tengan éxito en la educación y en la construcción de su aprendizaje, debido a que esta capacidad permite tener una actitud optimista ante los desafíos, desilusiones o dificultades a las que se enfrenten, lo que a su vez los convierte en sujetos eficaces ya que se recuperarán rápidamente de los fracasos. Este punto nos permite tener como referencia la importancia o la necesidad de reforzar y promover el desarrollo de esta capacidad para incrementar su confianza hasta el logro de sus metas.
Existe dificultad para ponerse en el lugar del otro.- A los estudiantes les cuesta trabajo relacionarse y por tanto, ser empáticos con los demás, manifiestan que es frecuente que se preocupen solo por sí mismos. Es un aprendizaje indispensable que ofrezcan su ayuda y colaboración, sin embargo, es importante fortalecer esta habilidad en los alumnos para que puedan entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar y de esta manera, responder correctamente a sus reacciones emocionales (Balart, 2013).
Para el mismo autor, la empatía se logra cuando se combina a nivel intelectual la escucha activa, a nivel emocional la comprensión y a nivel conductual, la asertividad. Quien es empático desarrolla la capacidad intelectual de vivenciar la manera en que siente la otra persona, lo que le facilita la comprensión del porqué de su comportamiento y le faculta para mantener un diálogo con el otro con un estilo de interacción positivo para ambos, respetando lo que piensa y siente cada uno y buscando acuerdos de mutuo beneficio, evitando la violencia.
La manera de relacionarse es frecuentemente violenta.- Se establece que si un alumno no posee habilidades sociales adecuadas y pertinentes (IE) la manera de relacionarse será a través de las agresiones y la violencia, lo que provoca que no desarrolle las competencias de convivencia, manejo de situaciones conflictivas, en pocas palabras, no fortalezca la inteligencia emocional.
El sujeto se transforma a partir de los cambios sociales, políticos, económicos, culturales, etc., y las instituciones educativas se encuentran ante grandes desafíos, porque se exige que intervengan, debido a que: son espacios (…) de oportunidades para los alumnos de preescolar, primaria y secundaria, cualquiera que sea su condición personal, socioeconómica o cultural; de inclusión, respeto y libertad con responsabilidad por parte de los integrantes de la comunidad escolar, donde se reconozca la capacidad de todos para aportar al aprendizaje de los demás, mediante redes colaborativas de conocimiento que generen las condiciones para lograrlo; un espacio agradable, saludable y seguro para desarrollar fortalezas y encauzar oportunidades en la generación de valores ciudadanos; abierto a la cultura, los intereses, la iniciativa y el compromiso de la comunidad; una escuela de la comunidad donde todos crezcan individual y colectivamente” (SEP, 2011, Pág.10).
La escuela al ser un espacio de oportunidad permite que se puedan formular estrategias para dar respuesta a las necesidades de los educandos aunque por ende, se considera que el desarrollo o fortalecimiento de la inteligencia emocional será una de las alternativas de solución para evitar la violencia y resolver conflictos de manera adecuada.
La inteligencia emocional, como término es reciente, pero si revisamos los antecedentes, encontraremos que los padres de la cultura occidental: presocráticos, socráticos, platónicos y aristotélicos, gastaron parte de sus acreditadas vidas en enseñar que el desarrollo del hombre pasaba inexorablemente por el dominio y manejo correcto de sus emociones; un ejemplo muy claro de ello, se encuentra en la ética nicomaquea, en la que “Aristóteles penetra en la filosofía de la virtud, en el carácter y la buena vida y nos propone un cambio para manejar nuestra vida emocional con inteligencia” (Báez, 2002, Pág. 34).
Es de reconocerse que no solo bastará con desarrollar o fortalecer la IE sino que lo primordial será llevarlas a la práctica (competencia social) en cualquier situación que se presente (resolución de conflictos) para equilibrarlas con el coeficiente intelectual (conocimientos).
El sistema educativo en las últimas modificaciones legales se ha preocupado en equilibrar la dimensión cognitiva con la afectiva desarrollando materias transversales: educación en valores, educación para la ciudadanía, etc. Pero no se le ha dado importancia suficiente al aprendizaje o educación de las emociones para dar la oportunidad de desarrollarse como personas. Se trata de intentar conseguir un equilibrio entre lo cognitivo y lo afectivo, generando un cambio en los estilos de relación y comunicación (Fernández, 2011. Pág. 141).
El desarrollo o fortalecimiento de habilidades sociales en las diversas instituciones permitirá apoyar al Acuerdo 592 sobre la Articulación de la Educación Básica, el cual pretende alcanzar como rasgos deseables en el perfil de egreso los siguientes:
b) Argumenta y razona al analizar situaciones, identifica problemas, formula preguntas, emite juicios, propone soluciones, aplica estrategias y toma decisiones. Valora los razonamientos y la evidencia proporcionados por otros y puede modificar, en consecuencia, los propios puntos de vista.
e) Conoce y ejerce los derechos humanos y los valores que favorecen la vida democrática; actúa con responsabilidad social y apego a la ley.
f) Asume y practica la interculturalidad como riqueza y forma de convivencia en la diversidad social, cultural y lingüística.
g) Conoce y valora sus características y potencialidades como ser humano; sabe trabajar de manera colaborativa; reconoce, respeta y aprecia la diversidad de capacidades en los otros, y emprende y se esfuerza por lograr proyectos personales o colectivos (SEP, 2011, Pág. 22).
De esta manera, enseñar a los alumnos a responder de manera adecuada a diversas situaciones que se presentan en la vida cotidiana y cómo deben enfrentar y solucionar por sí mismos, es una de las tareas primordiales que debe atender la educación, es el desarrollo o fortalecimiento de la inteligencia emocional para beneficiar no solo al individuo sino al colectivo para que sepa hacer uso apropiado de esta habilidad y haya un mayor impacto en la dinámica escolar y clima organizacional de la institución.
Entonces el reto docente, es “promover el desarrollo integral de los estudiantes, comprendiendo que no basta con un contenido teórico; se debe trabajar con cuatro tipos de aprendizajes fundamentales” (Serna, Sánchez & Rubio, 2015, Pág. 4), en este caso, haciendo énfasis en el aprender a ser y aprender a vivir juntos.
Desde esta perspectiva de la formación integral del sujeto, Zavala, Valdez & Vargas (2008) plantean que el fortalecimiento y/o desarrollo de la inteligencia emocional permite ser un constructo que agrupa habilidades sociales y emocionales y una vez que se integran, forman parte de los procesos de socialización y realización personal. Argulló, Filella, Soldevila & Ribes (2011) establecen la importancia de la inteligencia emocional, para prevenir e identificar los efectos nocivos de las emociones negativas y facilitar la relación consigo mismo y con los demás.
CONCLUSIONES
En la sociedad del conocimiento en la que estamos viviendo, es muy común obtener datos rápidos y oportunos, es decir, la comunicación es casi inmediata gracias a los avances tecnológicos, sin embargo las mismas formas de vida han provocado una inadecuada forma de relacionarnos e interactuar con los demás, en otras palabras, las relaciones personales se establecen de forma violenta porque no se han desarrollado habilidades y competencias sociales. En esta situación se considera a la educación emocional como elemento fundamental, más que teoría deber ser una realidad.
En poco tiempo, se han realizado numerosos estudios, en el ámbito de la inteligencia emocional, cuyo objetivo ha sido analizar la influencia de ésta, sobre las actividades o formación socio – escolar de cada uno de los estudiantes (Jiménez y López, 2013). La inteligencia emocional se ha configurado como el resultado del desarrollo, evolución y la combinación de los conceptos de emoción e inteligencia. (Mejía, 2012). En el caso de los futuros docentes no se ha incluido totalmente en la formación, la teoría y la práctica del desarrollo emocional y social, esto llama la atención ya que es sabido que la experiencia emocional y social, son elementos fundamentales en el proceso de enseñanza (Cohen, 2003). Lo anterior nos permite reflexionar sobre cómo puede promover un profesor en sus estudiantes, habilidades que él mismo no posee. La autorregulación por ejemplo, le permite resolver conflictos de forma pacífica no solamente en el salón de clases, sino en su vida cotidiana.
En relación a los docentes se debe entender que, juegan un importante papel en el desarrollo integral de los estudiantes, tal como lo demostraron Rosenthal y Jacobson (1968) en sus clásicos experimentos sobre el efecto Pigmalión en el aula. Respecto a los alumnos sujetos de la investigación, manifestaron mayores deficiencias en torno a la automotivación, la autorregulación y la empatía y, aunque cursen asignaturas como Formación Cívica y Ética durante su formación escolar, se requiere de un trabajo conjunto de modelización en los diversos ámbitos educativos, es decir, para ser empáticos, respetuosos, pacíficos deben desarrollar habilidades sociales a partir de practicarlas. El desarrollo de la inteligencia emocional se presenta como una necesidad urgente en el hogar y la escuela para promover relaciones interpersonales sanas y pacíficas.
En la actualidad, dice Pérez-González (2008) ya no sólo basta con diseñar y aplicar programas educativos para el desarrollo y/o fortalecimiento de la inteligencia emocional, es necesario e imprescindible evaluar las intervenciones para constatar su validez y determinar ámbitos de mejora e identificar fortalezas y debilidades (Pérez, 2000). Por lo tanto, se concluye que el estudiante que posee inteligencia emocional, es aquel que sabe modular su pensamiento, afecto y comportamiento para poder enfrentarse eficazmente a diversas situaciones de aprendizaje (Gaeta, Teruel & Orejudo, 2012), así los alumnos con habilidades socio – emocionales están más equilibrados y mejor adaptados (Fernández–Berrocal, Ruíz–Aranda, Extremera y Cabello, 2009).
Habría que profundizar más en los aspectos señalados por Rodríguez & Bueno (2016) que integran el modelo de la inteligencia emocional: percepción emocional, integración emocional, comprensión emocional y regulación emocional (Pág. 73).
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