INTRODUCCIÓN
La cultura solo es posible hallarla, encauzarla y desarrollarla en la educación, se revela en estrecha interacción con los más elevados valores humanos y de manera particular con la identidad porque ella demuestra nuestro ser en el contexto en el que nos desenvolvemos. He ahí uno de sus grandes significados en la formación universitaria.
DESARROLLO
La identidad tiene la capacidad de modificarse y transformarse, pero que conserva un centro focal que facilita el reconocimiento de sí mismo individual personal, social y colectivo del yo en nosotros. (Montero. L., 1987, p. 77). Transcurre entre lo individual y lo social y no se puede separar individuo de grupo; no se puede hablar de cambio o progreso individual sin hablar de cambio social. Es así como se concibe que “la identidad se entienda en una dimensión antropológica por estar enmarcada en la atmósfera cultural del medio social global y en una dimensión sociológica por tratarse de una construcción que emerge de las relaciones entre individuos y su grupo social.” (Etking, J. y Schvarstein L, 1992 , p. 26).
Durante los procesos de experimentación práctica de los proyectos sociales en pro del socialismo cubano y el venezolano (en los contextos particulares y específicos de cada uno), la identidad en ambas naciones surge como producto del devenir histórico propio de cada nación. En ambos proyectos sociales persiste, - desde el triunfo de la Revolución cubana (1959) y venezolana (1999) - la aspiración de la educación de garantizar un trabajo educativo con las nuevas generaciones encaminado al desarrollo de su conciencia, de los valores humanistas sustentados en la identidad nacional y cultural que favorezca una actitud creativa y transformadora de la realidad en que vive. El reflejo de las identidades y de las culturas, de nuestros acervos y valores se halla en el pensamiento ilustrado de figuras como José Martí y Simón Rodríguez, íconos de la cubanía y de la venezolanía respectivamente.
En el siglo XXI, la sociedad amenazada por la extinción de la especie humana por la acción hegemónica de las grandes potencias reclama de un enfoque sociológico de la educación contextualizado a la unidad diversidad de las naciones, y en ellos la formación y desarrollo de los valores se manifiestan como un problema pedagógico, y es un contenido de la enseñanza, al mismo tiempo que se concreta en la personalidad. De ahí que todo estudio ha de tener en cuenta la educación, y por ello el proceso de conformación y autoafirmación de la identidad nacional y los valores sociohistóricos y culturales, humanos, universales que se revelan en ese proceso. La formación de la personalidad de los estudiantes cubanos y venezolanos comporta un objetivo de importancia cardinal en el seno de los modelos de sociedad que se pretende, lo cual posee un rango de significación socialmente positiva.
La educación, promotora de un proyecto cultural, su afán de preparar al hombre del futuro, no desdeña las transformaciones globales en lo económico, político, social, cultural y medioambiental. La educación del siglo XXI en tiene que emplear todos los recursos que ofrece la mejor tradición nacional; para poner al estudiante en contacto directo con la memoria histórica.
Desde este referente, la educación ha de conducir a:
Una amplia cultura general e integral
La concepción científica del mundo
La capacidad de autoeducación
En la unidad de lo cognitivo y lo afectivo, se deben educar sentimientos que sirvan de base a la formación de cualidades y valores personales como patriotismo, amor a la independencia y soberanía nacionales, a la justicia social y la unidad nacional, la solidaridad y el internacionalismo, el rechazo al imperialismo y a toda forma de explotación y opresión del ser humano.
La unidad de lo afectivo y lo cognitivo, se conforma en la educación de la personalidad, “…la relación entre objetivo y motivo de un comportamiento moral, el grado de correspondencia que exista entre ellos, constituye un indicador de, en qué medida el valor regula la actuación en relación a determinado contenido moral.” (Kraftchenko Beoto, Oksana Y Viviana González Maura, SF) De acuerdo con los principios de la concepción histórico - cultural los valores se manifiestan en dos niveles: los inferiores (cuando se expresan a partir de presiones externas), y los superiores (cuando se han personalizado), el tránsito del primero al segundo demuestra el grado de autorregulación, resultado de la motivación y la necesidad como móviles esenciales en la unidad de los intereses sociales e individuales.
Esta delimitación del desarrollo alcanzado por los estudiantes en la expresión del valor es muy importante porque en ello radica la individualidad, la concreción personológica de lo que tiene significado social positivo. En el marco de la actividad pedagógica el estudio de la literatura nacional promueve vivencias afectivas que contribuyen a conformar una visión integral de la cultura.
Reflejo activo de la conciencia, el estudiante autorregula su comportamiento de manera consciente hacia la cultura a través de la reflexión que le provoca la literatura. Como la autoconciencia es la base de la autovaloración, las vivencias, motivos y conocimientos contribuyen a ello en el desarrollo psíquico a través de la valoración.
La cultura, es entendida como una transacción de textos, una síntesis integrativa en que se revela un ancho y particular sentido de la historia, cualitativamente superior, apropiarse de ella mediante la lectura y trasmitirla y exponerla a través de la lengua, constituye un acto de crecimiento personal y social de los profesionales de la educación. Es un
“sistema vivo que incluye un sujeto socialmente definido que, actuando de manera determinada en una situación histórica y geográfica específica, produce objetos materiales y espirituales que lo distinguen. La cultura en este sentido amplio surge (se forma) conjuntamente con el sujeto actuante e incluye su actividad y los productos de esta”.( García, Maritza Y Cristina Baeza Martín, 1996, p. 17 – 18).
En esta dirección, la historia y su enseñanza ocupa un lugar importante para fortalecer la memoria cultural.
El conocimiento de la realidad y la apropiación de la cultura mediante la literatura consolida la conciencia y autoconciencia de compromiso y pertenencia a lo nacional, en la medida que lo afectivo conduce a lo cognitivo y lo comportamental, porque la literatura en su condición de ser un portadora de significados desde la vivencia otorga significación social positiva a la realidad en la relación del hombre con la obra mediante la lectura.
Para el logro de las aspiraciones de defensa del pensamiento local, propio y de la cultura, el pensamiento robinsoniano y martiano sustenta la formación y desarrollo de valores porque es menester acometer un proceso de consolidación en estos jóvenes profesionales de la identidad nacional cubana y venezolana, su significación social positiva y el sentido de pertenencia de lo nacional.
Es que la identidad cultural se forja en las acciones culturales auténticas de los pueblos. En ese contexto, el lenguaje como mediador en la comunicación. Las funciones noéticas y semióticas del lenguaje garantizan su empleo como instrumento de cognición y comunicación en la interacción sociocultural.
La identidad se concibe como reflejo de culturas idiosincrásicas de pueblos y naciones, implica el saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos; reconocer la diversidad y la unidad en elementos diferenciadores, tales como el lenguaje y el pensamiento; es así como grandes pensadores de la historia reflejan mediante su vida y obra literaria el reconocimiento de lo propio y de su entorno local.
En esta dirección, la identidad cultural es una dimensión esencial del ser humano, en ella se expresa la identidad nacional, forma en que se explican sus diversas manifestaciones: lenguaje, instituciones sociales, idiosincrasia, cultura popular, relaciones familiares, arte y literatura, (Laurencio, Amauris, 2005).
“no como resultado de sumatoria de datos, sino como aspiración y significación social que gira indefinidamente en torno a un ideal colectivo cambiante y diverso. No la enuncian los antropólogos, sino los políticos - o al menos, la conciencia política del escritor - y en última instancia, los filósofos”. (Ubieta, Enrique, 1993, p. 7 ).
La literatura nacional - cubana y venezolana – al emplearse en el proceso educativo en sus interrelaciones con los contenidos curriculares, contribuye a una visión integral de la cultura de ahí que es generadora de vivencias en la aprehensión de la naturaleza, la historia, las costumbres y las tradiciones.
Todo lo anterior sustenta la significatividad de la identidad cultural en la formación de las nuevas generaciones, porque en el legado de la literatura se verifica la visión descolonizadora, independentista, liberadora, y antiimperialista lo cual es una necesidad cognitiva y afectiva para los estudiantes en el proceso de su educación al apropiarse de las tradiciones, leyes, costumbres, historia y cultura de la nación. Al respecto se comparte que
“…La identidad resultante no es la suma de datos empíricos - costumbres, tradiciones, etc. - sino un proyecto movedizo de nacionalidad que gira indefinidamente en torno a un ideal colectivo cambiante y diverso. No la enuncian los antropólogos, sino los políticos - o al menos, la conciencia política del escritor - y en última instancia, los filósofos” (Ubieta, Enrique, 1993, p. 7 ).
¿Puede la enseñanza de la literatura revelar esa conciencia de mismidad, hacer consciente el proceso de compartir esas representaciones que permiten sentirnos partes de este conglomerado humano? La literatura, mediante los símbolos e imágenes, activa su capacidad de ser otra manera de expresar la realidad, verifica la asunción consciente del sistema de valores que identifica a una nación, en su unidad - diversidad. Permite acoger, adquirir su cosmovisión, interpretar de un determinado modo la realidad, el amor a la tierra en que se nace, la defensa de la independencia nacional frente a la amenaza constante que se manifiesta de diferentes formas, el valor de la solidaridad, la amistad, la justicia, la laboriosidad, la dignidad, las relaciones interpersonales, la defensa y práctica de la lengua. También recrea las costumbres gastronómicas, las tradiciones, bailes y danzas folklóricas; los símbolos patrios; el lenguaje y cultura material artesanal, arquitectónica, alimentos; el arte nacional en todas sus formas.
La literatura es un espacio de indagación y revelación de los procesos identitarios de un pueblo, nación o región, no solo por su multifuncionalidad, sino porque la identidad cultural está vinculada a su naturaleza discursiva y al orden de relaciones que se origina a partir de ella. En la relación de la literatura con la identidad nacional también es esencial el vínculo a las circunstancias económico – político y social, y por esa misma razón su condición de ser inseparable a los movimientos sociales. (Fierro Chong, Bárbara, 2011).
En su diálogo continuo, dinamizador y abierto con el referente, la literatura en el contexto de las problemáticas cruciales, revela lo más perdurable, las esencias del ser nacional, aquellas que son resistentes al paso del tiempo. En la estrecha relación literatura y cultura se forman y desarrollan valores.
Los valores
“tienen una vinculación profunda en el área afectiva de la personalidad, por cuanto expresan significaciones personales, implican al área volitiva, porque surgen de una adhesión consciente y afectan el comportamiento dado su carácter regulador e inductor y su manifestación a través de la conducta del individuo”. (Barreras, Felicito, 2003).
De ahí la trascendencia de la literatura para activar la esfera cognitiva y complementarla con afectiva, volitiva y comportamental en el proceso de educación en valores.
La literatura es un proceso que robustece el ser nacional, ella es memoria cultural en que se anuda el tiempo, en que la riqueza adquirida no renuncia a lo pasado, y el presente se mira y se revisa en aras del futuro para fijar la expresión nacional.
“La categoría identidad nacional designa el sistema de rasgos comunes que definen un grupo social, comunidad o pueblo, devenido determinación fundamental de su ser esencial y fuente auténtica de creación social. Es una unidad que fijando la comunidad, presupone la diversidad, la diferencia y sus vínculos recíprocos, como modo dinámico de constante enriquecimiento y proyección hacia la universalidad” Pupo, R., 2005, p. 20)
La idea martiana de que “A esa literatura se ha de ir, a la que ensancha y revela, a la que saca de la corteza ensangrentada el almendro sano y jugoso, a la que robustece y levanta el corazón de América. – Lo demás, es podre hervida, y dedadas de veneno” (Martí, José, 1963, p. 469) confirma el lugar de la literatura en la formación y desarrollo de la identidad cultural y de los valores universales y eternos.
Dos grandes intelectuales en sus reflexiones en torno a la literatura establecen el vínculo entre ella y las fuerzas de una época histórica resultante de una cultura de la emancipación y la libertad. Enrique J. Varona ayuda a comprender los valores y significados de la literatura al afirmar que
“...cada obra, además de ser un punto a donde han confluido diversas acciones sociales, se ha de considerar como un foco, que a su vez actúa sobre la sociedad de la época y especialmente sobre las producciones literarias coetáneas y posteriores...” (Varona, E. J., 1987). Por su parte, Juan Marinello escribió “...la obra es un núcleo dialéctico en el que se potencian corrientes positivas y negativas del proceso social, testimonio favorable y adverso de apetencias y de las realizaciones del grupo humano en el que el escritor está inserto...” (Marinello, Juan, 1987 p. 223).
La cultura latinoamericana, formada de diversas aportaciones, asentadas en el legado de las civilizaciones indígenas germinó en el proceso de transculturación y la literatura fue una manera distinta de expresar el ser en sus diversas maneras de estar. El inca Garcilaso de la Vega recreó el mestizaje cultural y la ilustre Juana de Asbaje, bajo los hábitos de un fervoroso cristianismo mostró una visión del nuevo mundo desde las grandezas del barroco.
El neoclasicismo trajo un aire renovador de búsqueda en las esencias, preparó el camino para las ideas libertarias fundidas con el romanticismo, que alcanzó en Latinoamérica una expresión particular hasta llegar al Modernismo, literatura de quilates identitarios propios, en ella Latinoamérica alcanzó su brillantez definitiva nutrida por el hacer de las generaciones anteriores. En este camino las ideas y la obra de Simón Rodríguez y José Martí constituyen baluartes imprescindibles.
La obra de Simón Rodríguez como eje cultural para la formación de valores
Simón Rodríguez es conocido en el ámbito de la educación formal venezolana como el maestro de América, el Robinson de América, el Sócrates de Caracas y especialmente, el maestro del Libertador Simón Bolívar, a quien formó para lo grande y para la conquista de los valores universales y robinsonianos necesarios para la soberanía del país, Rodríguez enseñó a Bolívar a ser el Libertador de América. Esto lo reseña el propio Bolívar (1826) de la siguiente forma: “¡Oh mi maestro! ¡Oh mi amigo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló...” (Lasheras Jesús, 2004, p, 37)
Estas palabras del Libertador de América dan cuenta de la influencia fundamental que ejerció su maestro en su cosmovisión ideológica hacia la conquista de la independencia y de la libertad….
Fue su maestro de primeras letras quien le llevó a conocer grandes obras y pensadores clásicos universales, lo que imprimió ansias por la libertad y la independencia al carácter de Bolívar, la libertad y la independencia son valores universales y son valores que se hallan en el lenguaje que emplea Rodríguez en sus textos “Defectos que vician la escuela de primeras letras”, “Proyecto de Educación Popular” y en sus obras “Educación Republicana”, “Luces y Virtudes Sociales” y “Sociedades Americanas en 1828”, entre otras.
En el contexto venezolano actual la obra de Simón Rodríguez es asidero de la cultura latinoamericana. Esto se refleja principalmente en los siguientes documentos: Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Plan Nacional “Simón Bolívar”, el documento rector de la Universidad Bolivariana de Venezuela, el árbol de las tres raíces, el librito azul y el currículo del Sistema Educativo Bolivariano concuerdan en la necesidad de una transformación educativa sustentada en nuevos pilares y ejes educativos, sobre la base del pensamiento pedagógico de grandes maestros y pensadores, tal como lo fue y seguirá siendo a través de los tiempos, el maestro Simón Rodríguez, quien ha dejado un legado que impulsa la cultura de volver y valorar lo nuestro, nuestras raíces ancestrales, nuestras potencialidades locales para el logro de nuestra soberanía y nuestra independencia.
En el currículo del Programa Nacional de Formación de Educadores y Educadoras de Venezuela se ha propuesto formar y desarrollar valores, en el marco del eje axiológico de formación ciudadana. A la luz de este contexto, se retoma la vigencia del pensamiento sociopedagógico robinsoniano porque Simón Rodríguez es el estandarte educativo de Latinoamérica, su nombre es un ícono en Venezuela en la forja de la construcción de la sociedad latinoamericana, fue maestro de primeras letras y hoy es el soporte pedagógico de la reforma educativa de 2007.
Más allá de su dedicación como maestro del Libertador Simón Rodríguez y su fructífera obra educativa sus ideales revolucionarios y libertarios con una fuerte tendencia hacia la transformación educativa se vislumbra en sus “Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas y medios para lograr su Reforma y nuevo Establecimiento (1874), cuyos fundamentos dan cuenta de su pensamiento crítico - reflexivo, talante histórico - cultural, autóctono, independentista y libertario. En estas reflexiones manifiesta sus y declara sus seis reparos y los principios que deben regir a la escuela de primeras letras, así como su ideario pedagógico que se fundamenta en la educación vista como un bien común al cual todos y todas tienen derecho…
Rodríguez promulgaba la educación para todos, ello comportaba la inclusión de indios, pardos, mulatos, negros y mujeres en la atención educativa que requerían. El maestro consideraba que la educación debe ser ejercida por personas profesionales del magisterio no por los padres y cualquier vecino que desconozca el método de la enseñanza, ello es de suma relevancia y requería de atención, ya que es en la escuela es parte vital-activa para la formación del individuo como sujeto social.
En el proyecto de educación popular el autor pone manifiesto que la escuela es un centro activo, práctico, participativo que responda a las verdaderas necesidades de sus estudiantes…para formar verdaderos republicanos, que implicaba la coeducación de los sexos, la educación para el trabajo, la no discriminación social o racial de ningún tipo…).”Es necesario enseñar a hablar, leer y escribir las lenguas maternas y el castellano, antes que el latín” (p.143). “los conocimientos son propiedad pública” (p.67). “Las ideas que se hallan en los libros no podrán dejar de ser nuestras” (p. 89). “La tradición es utilísima en las ciencias” (p.90). “Los conocimientos ayudan a erradicar la ignorancia de la clase popular” (p. 89).
En los textos de Rodríguez se denota un estilo discursivo muy peculiar, como parte de su autonomía, rebeldía, originalidad y genialidad con el uso de quebrados, llaves, yuxtaposiciones, mostrando la palabra, una serie de consejas y frases, que sintetizaban y explicaban en forma concisa lo esencial de sus ideas, en forma didáctica…empleaba esquemas y bosquejos para explicar complejos tópicos sociales y educativos…Su obra era para instruir al pueblo y Para combatir con sus luces la ignorancia, que es el mal más feroz que puede padecer una sociedad.
En su apasionante tarea combate al memorismo, a la mera imitación de ideas, llama a la originalidad, a la igualdad, a la justicia y a la libertad, critica y combate al elitismo, a la desigualdad, a la irresponsabilidad social, al individualismo, propone reformas en el proceso de enseñanza y aprendizaje, a partir del descubrimiento, de la significatividad, de lo vivencial, de la experiencia rescata la relevancia de la identidad y el arraigo popular por lo propio, por los aborígenes en lo autóctono de lo humano y del trabajo, así como de los modos de actuación social de los docentes. Propone una teoría basada en la praxis que comporta la base necesaria de la formación para el trabajo, mediante la educación popular, pública, general para todos sin distingos de ninguna índole…
En suma, la obra robinsoniana es portadora de cultura para la orientación valorativa de la personalidad porque:
Favorece una visión integral de la realidad a través de una serie de consejos y sentencias provenientes de la esfera emocional y afectiva.
Promueve la valoración del contexto real de los individuos, facilita interactuar con la naturaleza mediante la conexión hombre-naturaleza-amor al trabajo y a la transformación de la realidad, ofrece una visión vivificadora del mundo.
Fomenta el desarrollo del pensamiento (la construcción de imágenes y su comunicación) para convertirlo en convicciones y desarrolla la valoración y la autovaloración.
Propicia la elaboración y reelaboración continua de los valores pedagógicos en la apropiación consciente de un sistema de convicciones y una serie de modos de actuación a partir de una relación afectiva con la obra robinsoniana.
La obra de José Martí en los ejes de la identidad cultural
En la conformación del imaginario sociocultural latinoamericano, José Martí advierte la existencia en el Continente de “pueblos nuevos”. En Martí (1853 – 1895) el proceso de la identidad nacional está indisolublemente unido a la cultura, en particular a la literatura a la que otorgó un papel singular, reconoció en ella un hecho cultural genuino. La visión de América Latina en la obra de José Martí, no es la de un iluso, sino la de un analista basado en hechos. No ignora que en estos pueblos se ha imitado y copiado de los demás. En su época, destaca la supervivencia en estos del chaleco parisiense, los calzones de Inglaterra, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España; por eso dijo: “ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano[…] la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación”. (Martí, José ,1963, p.26)
En Martí se entrecruzan de manera indisoluble la creación y la acción. Él fundió la herencia hispánica en la realidad americana con profunda singularidad para elaborar un modo propio de expresión a favor del bien y la independencia de su patria, así como del bienestar de América: “La cultura, por la que el talento brilla, tampoco es nuestra por entero, ni podemos disponer de ella para nuestro bien, sino es principalmente de nuestra patria, que nos la dio, y de la humanidad, a quien heredamos" (Martí, José. ,1963,p. 43 – 44)
Para Cintio Vitier abrir el camino hacia ella la identidad latinoamericana no hay guía mejor que la de José Martí porque en él concurren el poeta, testigo y hombre de espíritu iluminador. Martí fue el revolucionario cubano más destacado del siglo XIX, su ideario político y monumental obra literaria trascendieron los límites del tiempo, previó lo que sería el fenómeno imperialista, fue uno de los máximos defensores de la identidad cultural al definirla en el seno de la cultura latinoamericana. Visiones profundas y penetrantes de la cubanía develan la oposición hipocresía – pureza, desde la pujanza de la naturaleza y la declaración de sus principios éticos como resumen vital:
“Odio la máscara y el vicio
Del corredor de mi hotel:
Me vuelvo al manso bullicio
De mi monte de laurel.
… … … …
“Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar:
El arroyo de la sierra
Me complace más que el mar” (José Martí., 1963 Tomo 16).
José Martí asoció el proceso nacional de la literatura y el proceso latinoamericano a la literatura latinoamericana, al escribir “Toda nación debe tener un carácter propio y especial. ¿Hay vida nacional sin literatura propia? ¿Hay vida para los ingenios patrios en una escena ocupada siempre por débiles y repugnantes creaciones extranjeras?” (Martí José. ,1963 , OC. T.6. p.18.), estaba aludiendo a los intereses fundamentales de la América Latina; pero su calidad de escritor soberano apuntaba en lo íntimo, a la preservación y el crecimiento de su literatura y al combate contra toda injerencia deformante.
En el proceso de formación y desarrollo de la personalidad de los estudiantes universidades de la carrera profesoral el empleo de la obra de ambos autores se establece al partir de las siguientes pautas:
Conocimiento de su obra, en los aspectos ideoestéticos que potencian la afectividad y por tanto la significación social positiva ante la realidad en que viven.
Selección de los textos adecuados atendiendo al principio de la selectividad de la enseñanza para que se ajusten a las exigencias de los programas y satisfagan las necesidades cognitivas, afectivas, motivaciones y de comportamiento de los estudiantes.
Determinación de los métodos que propician una mejor labor educativa para la formación y desarrollo de valores, en correspondencia con las concepciones de los modelos que se toman a partir de la unidad de la teoría y la práctica, lo individual y lo colectivo, en la vertebración de los componentes dirigidos a la formación académica, la actividad laboral investigativa y la proyección extensionista, con énfasis en la interacción grupal.
Empleo de técnicas e instrumentos ara el reconocimiento delos cambios que se operan en los estudiantes como resultado de la interacción con el texto, sus significados y miradas plurales de acuerdo con las experiencias.
CONCLUSIONES
La literatura y la cultura expresadas en la obra de Simón Rodríguez y José Martí, aportan luces a la educación en valores , trascienden a la esfera de lo emocional y afectivo, porque comprometen lo ideológico, que genera actitudes de comprensión de los hechos y fenómenos de la realidad, de motivación, sentimiento y significación mediante la vivencia y de compromiso ante las exigencias prácticas de la sociedad y la época contemporánea que se concreta en orientaciones valorativas para la transformación positiva de la realidad
La orientación histórico – cultural posibilita articular las contribuciones de la literatura y la cultura para la formación y desarrollo de los valores. Dado el carácter multifacético y complejo de este proceso, ambas se vertebran en cuatro facetas de la identidad nacional para su mejor comprensión (cultural, psicosocial, ideopolítica y pedagógica). Se reconoce la valía del pensamiento latinoamericano reflejado en la obra de Simón Rodríguez y José Martí, hijos de su tiempo, expresiones de la cultura americana en su afán por dar sentido al ser en sus diversas maneras de estar. El valor de la literatura en ambos autores radica en que aportaron al legado cultural identitario de nuestros pueblos, que comporta como referentes teóricos para la educación en valores y la asunción de la identidad nacional cubana y venezolana, es decir, latinoamericana.
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